Liliana Heer en el IAE |
"Japón me evoca una escena infantil, es uno de los recuerdos más luminosos que atesoro.
Era muy pequeña, tendría tres o cuatro años. Mi padre, un profesional muy ocurrente y extravagante, había decidido colocar en el comedor una gran caja de vidrio donde criaba gusanos de seda. Una mañana yo, gordita, pequeña, intenté darle de comer hojas de mora a los gusanos pero mi peso rompió el vidrio. Aturdida, sólo sentí un crash y la voz de mi padre diciendo: 'Cuando seas grande vamos a ir a Japón'. El acontecimiento de recibir una promesa en lugar de un castigo , ustedes saben el valor que tienen los performativos, produjo en mí una sensación tal, como disponer de una orquesta propia".